domingo, 11 de septiembre de 2011

Espera

En este atardecer de invierno,
con el sol evaporando las gotas de lluvia en mi ventana
anhelo tu sonrisa placida y frágil
que en este momento se dibuja en mi memoria
porque duro ha sido perderte y buscarte
entre callejones fríos y desconocidos
entre preguntas insomnes de noches interminables
con mi almohada empapada, con mis oídos mojados,
desesperado, miserable arrepentido desde siempre.
En esta tarde solitaria, con las nubes anaranjadas e inmensas,
te extraño, y no por estar solo,
te extraño porque floto en este abismo que me observa
mientras la rabia me inunda,
pues si tan solo las palabras no fuesen lo que son,
si las palabras cayeran en este abismo conmigo
y se tornaran flores y caricias
quizás podría al menos dejar de llorar y descansar en ellas,
porque mi cama sin tus palabras
ha perdido su función de reposo reconfortante
y solo es un martirio interminable.
Cada día comprendiendo más tus motivos menos me comprendo a mi mismo,
sintiendo golpes en las paredes, en mí pecho, temblores en mi colchón,
y al final te escribo para aliviarme un poco,
porque es menos inútil que quedarme en cama pensando en ti
o mortificándome  con canciones llenas de recuerdos
a veces nostálgicos, a veces amargos,
o esperando a que suene el teléfono
y tu voz detrás diciéndome una hora y un lugar,
y es que cada día se me hace desesperante esperar hasta mañana,
y es que cada día te veo pasear por mi habitación
o te siento respirar a mi lado y diciéndome te amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario