A veces me enferma ser un poco obseso. Es verdad que paulatinamente me he acostumbrado a no guardarme nada, eso si, no me refiero a las ideas, estas las escribo y pasan, se quedan en la vigilia o en las copas de los arboles que brillan este verano, pero las emociones necesito sacarlas, y aún así primero me obsesiono con ellas, las mezclo con el humo en mi boca mientras enciendo mil cigarrillos, las mastico, las trago, se me quedan en la garganta y ahí las hago nudo, luego las desato, bajan a reventar en mi pecho, las vuelvo a armar en la cabeza, se me van a los pies, y ahí se quedan un tiempo, paralizandome, y despues todo de nuevo, darle esta vuelta una y mil veces, pero tienen siempre que salir, ya no me puedo guardar nada, me desespero en esta obsesión, me agarro la cabeza y me refriego los ojos cuando veo las aves alejarse despues de jugar en un planear incesante. ¿Pero sabes que? en realidad no lo sé, obseso o temeroso en este caso parecen ser lo mismo, llevar todo a un lirismo por ti, una unión del olvido y el anhelo.
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